Realmente estoy dónde debo estar?

Seguramente me entienden cuando hablo de lo fácil que es perderse en el mundo externo, en el que dirán o en el que no dirán, en lo que se supone que debo hacer y ser.

Es realmente sencillo perder de vista nuestro propósito y perdernos en el proceso. Dejarnos llevar por las dudas y las preguntas:

Es esto lo que debería estar haciendo?

Pero si nadie que conozco lo hace de esta manera, estaré confundida?

Será que me estoy perdiendo en mis sueños y al final el golpe de la realidad será demasiado fuerte?

Estoy perdiendo mi tiempo?

Creo que todos llegamos al mismo punto, caemos en espiral cuando las dudas y la confusión nos desbaratan lo que pensamos habíamos logrado esta el momento. Es ahí cuando nos encontramos con dos caminos, el rendirnos y volver atrás o el seguir insistiendo. Aquí es donde podrías suponer que te daré palabras de aliento y motivación para que sigas adelante; esta vez, no será así. Sabes, este camino no es de una sola dirección ni mucho menos; tiene vueltas, cruces, pedazos perfectamente pavimentados y otros llenos de tierra, acantilados e incluso callejones sin salida. Te digo esto porque así como el camino tiene muchas formas y estados, tu también los tendrás.

Este proceso no tiene nada que ver con lograr tener una sonrisa en el rostro 24/7 ni ser 100% positivos, el aliado que realmente necesitas para al final del día poder seguir adelante, no es la motivación (esa es muy difícil de conservar y más en tiempos como estos), tu recurso final para permitirte continuar es el rendirte al momento. 

Rendirte al momento no es renunciar, aunque por un tiempo parezca que si. Al rendirte dejas de contenerte y de limitar tus sentimientos, pensamientos y actitudes, te dejas ser, y cuando eso ocurre, es que el milagro llega. No, no estoy hablando de que llegue un genio para cumplir tus deseos ni que de la nada tu realidad cambie por que el ser supremo decidió intervenir; me refiero al milagro de la conexión. Al permitirte sentir lo que sea que estés sintiendo sin negarlo ni limitarlo, llegas a un punto donde no existen más bloqueos ni papel que interpretar. Al rendirte te permites estar contigo mismo, en toda su complejidad y simplicidad; solo te queda enfrentarte a tu verdadero reflejo, y por muchos golpes, miedo, dolor y dudas que hayas tenido, experimentando en su plenitud ese momento de rendición, te das cuenta que no tienes nada que perder.

Esta bien si tomaste el primer camino y retrocediste a lo que tu intuición te estaba conduciendo, esta bien si elegiste escucharte y sigues adelante a pesar de las dudas y miedos. Estas donde debes estar, porque eso que estas viviendo hace parte de tu proceso, aunque a veces sientas que ya no estas en él. Rendirte es permitirte ser en el momento presente y de eso se trata todo esto.

Cuando nos rendimos al dolor, a las dudas, a los miedos, estamos abriéndonos a la compasión y a el perdón, y es justo ahí, que puedes tener una conexión real y sincera con tu esencia. Cuando conectas con tu alma, en el silencio de esa habitación oscura y sola, de repente entiendes que «perder» la aprobación externa, no tiene ninguna importancia al lado de ganar tu propia felicidad.

Siendo sincera, llegar a esto toma tiempo y muchas caídas (para mi fue así). La estructura del complacer al mundo exterior no se rompe rápidamente y más cuando es tu principal prioridad; irónicamente debemos llegar al punto de rompernos tan profundamente que por fin lleguemos a convertirnos en nuestra principal prioridad. Debido a esto, de a poco le he ido perdiendo el miedo al dolor, porque aunque ha llegado para romperme por completo, también ha sido el responsable de mi liberación.

Lo que me queda por decirte es, esta bien como sea que te sientas en este momento y donde sea que te encuentres. Nuestras almas tienen un modo inusual de actuar y por mucho que queramos no escucharlas, ellas siempre encuentran una salida para llegar a nosotros, así que, confía, todo esta bien, el hecho que estés aquí me lo demuestra.