Kipu, la bruja del dolor
- Fer Lightworker
- 8 ago 2020
- 4 Min. de lectura

En un pequeño pueblo escondido en las montañas, existía un gran castillo donde vivían el rey con su reina y su pequeña hija.
El rey era conocido por su calidez y los habitantes del pueblo podían acudir a él en tiempos de necesidad.
Una mañana mientras viajaba a una villa cercana junto con su esposa, unos vándalos asaltaron su carruaje y entre forcejeos, dieron por terminada la vida de ambos.
La tristeza embargo toda la región, pero nadie sintió más el dolor que su pequeña hija, Lana. La felicidad que predominaba en el castillo se desvaneció y así mientras los años pasaban la soledad inundó el gran lugar.
La pequeña princesa ahora era conocida como Kipu, la bruja del dolor. El solo acercarse a ella, era un castigo para cualquiera, tan solo su presencia generaba un gran dolor en quienes tuviera cerca. Con una sonrisa en sus labios miraba fijamente como sus victimas sufrían, nadie entendía el poder que poseía y tampoco querían descubrirlo. Sola en su gran castillo torturaba a quienes quisieran arriesgar a estar junto a ella.
Mientras algunos jóvenes contaban esta historia, una pequeña niña escuchaba atenta. Se decía que en el gran castillo abandonado aún habitaba la bruja del dolor. Pero nadie era capaz de comprobarlo, por lo que todo se había convertido en una leyenda más del pueblo.
Karli, la pequeña niña, no podía sacarse de la cabeza a Kipu. En su inocencia, solo podía pensar en lo triste que estaría viviendo sin nadie a su lado. La curiosidad fue más grande y entrada la noche decidió ir a averiguar por si misma si la historia era real, si la bruja del dolor existía.
Después de caminar durante horas y perderse un par de veces, logró encontrar el gran castillo. Nunca en su vida había visto un lugar tan majestuoso e intrigante a la vez. Si bien se venía descuidado aún conservaba su belleza original; definitivamente alguien tenía que vivir en él.
Sus sospechas se confirmaron cuando escucho ruidos provenientes del interior, si o si, esa noche descubriría la verdad.
Muy lentamente avanzo hacia la entrada, no sabia si tocar la puerta o intentar entrar de otra manera. En ese momento la gran puerta se abrió, permitiendo contemplar a una hermosa mujer de cabello largo y vestido negro, que con una sonrisa en su rostro salido amablemente a Karli.
- Hace mucho que no vienen visitantes, hola, cómo te llamas? Karli se quedó congelada, no sabia que decir, era esa mujer realmente la bruja del dolor?
- Es demasiado tarde, debiste haberte perdido, porqué no entras?
- Cómo te llamas?
- Ah, claro mi nombre es Lana, mucho gusto.
Su rostro era como el de un ángel y su mirada trasmitía tanta paz que por un momento Karli se quedó prendada de ese momento, hasta que lo notó, el nombre.
- En serio te llamas Lana? cómo la del cuento?
- No sé de que cuento hablas, solo sé que mi nombre efectivamente es Lana. Pero porqué no mejor continuamos esta conversación dentro?, este frío te puede hacer daño.
- Si ella es realmente la del cuento, no es posible que sea Kipu, no es para nada como ella - Karli seguía pensando en todo lo que estaba pasando, en su cabeza realmente no era posible que aquella historia fue completamente real.
- Y entonces ahora si me dirás tu nombre?
- Karli
- Bueno Karli, me podrías decir que haces a esta hora por aquí y sola?
- Quería comprobar algo.
- Puedo preguntar qué?
- Si eras real. En el pueblo dicen que eres mala.
- Y si dicen eso, porqué decidiste venir?
- Porqué también dicen que estas sola.
- Y dime ya que me conoces, crees que soy mala?
- No, para nada, eres muy bonita y me das mucha paz.
- Sabes eso es porque eres joven, aún no tienes heridas y cicatrices que ocultar. Me llaman la bruja del dolor y en parte tienen razón.
- Es decir, que si lastimas a las personas
- Pequeña Karli, sabes, crecemos creyendo que el dolor es algo malo, que entrar en la oscuridad y sentir todo lo que hemos guardado, solo nos lastimará cuando en realidad es lo opuesto.
- Qué quieres decir?
- Mi propio dolor me permitió sanar y me hizo más susceptible al dolor de otros. Yo no les hago daño, solo reflejo el dolor que llevan consigo.
- Entonces no te temen a ti.
- Exacto, le temen al dolor que llevan dentro y que no se permiten sentir.
- Porque es tan difícil para ellos sentir? Yo cuando estoy triste lloro, eso me hace bien.
- Al pasar de los años perdemos esa sabiduría que tu aún conservas. Es más fácil culpar a otros que hacernos responsables de nuestras heridas y sanarlas.
- Pero ese miedo que sienten ha hecho que estés sola, no tienes rabia, ellos son los que están equivocados.
- Todo hace parte de sus procesos y su crecimiento, cada cosa es como tiene que ser y yo estoy en paz con eso, además, puede que no tenga a nadie a mi lado, pero me tengo a mi y eso me ayuda a liberarme de la soledad.
- Desde ahora me tienes a mi, claro si quieres.
- Claro, una amistad real, no se rechaza y menos si proviene de un alma tan pura como la tuya. Ahora es momento de llamar a tus padres, no crees jovencita?
- Esta bien, pero puedo volver?
- Claro cuantas veces quieras. El haberte conocido, me recuerda cuan grande es la sabiduría de la vida.
- Porqué?
- Me confirma la luz que aún existe en mi y en todos.
Pasamos nuestras vidas huyendo del dolor, nos enseñan a temerle como si existiera solo para acabar con nosotros. Nadie nos dice que esta ahí por una razón y que es necesario enfrentarlo para sanar su origen.
Nos enseñan que llorar es de débiles, que para ser fuertes debemos ocultar lo que sentimos, lo que somos y aparentar que nada nos afecta. Nadie nos dice que la grandeza del ser humano reside en sus sentimientos, en su alegría así como en sus tristezas.
Hoy solo quiero recordarte que está bien llorar, que está bien quebrarte, que está bien parar, que está bien sentir, que está bien ser.
.Qué tu luz pueda ser en libertad e iluminar a todos y todo lo que existe, volviéndose parte de la vibración universal del amor.
.Bendito camino.
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